“Cuando el puñal viene de dentro, la herida es más profunda. Y en este caso, la política puertorriqueña sangra una vez más por el filo de la conveniencia.” Prof. Daniel Marte, PhD.
En la Roma antigua, Marco Junio Bruto pasó a la historia no solo como un traidor, sino como la encarnación de la puñalada por la espalda al poder legítimo. Su cercanía con Julio César le dio acceso, pero también la oportunidad para una traición de alto perfil. En la política puertorriqueña contemporánea, muchos se preguntan si el presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz, ha jugado un papel análogo con respecto a la gobernadora Jenniffer González y al propio Partido Nuevo Progresista (PNP), bajo una fachada de lealtad, pero con decisiones que parecen minar la estabilidad del Ejecutivo y la coherencia moral del gobierno.
Una moral selectiva en el Senado
Rivera Schatz se ha proyectado como defensor del orden, la transparencia y la rectitud institucional. Pero sus acciones recientes reflejan una preocupante doble vara, una moralidad aplicada según conveniencia política más que principios consistentes, especialmente cuando analizamos sus decisiones con las nominadas Verónica Ferraiuoli y Janet Parra.
Caso Ferraiuoli: penalizada por ser honesta
La licenciada Verónica Ferraiuoli, nominada como secretaria de Estado, reconoció voluntariamente un error administrativo en sus planillas contributivas pasadas. No hubo acusaciones formales por parte del Departamento de Hacienda, la Oficina del Contralor, ni de Justicia. Su transparencia y disposición para enmendar el fallo no fueron suficientes: el Senado, dirigido por Rivera Schatz, la descalificó sin miramientos, enviando el preocupante mensaje de que es mejor ocultar los errores que asumirlos con humildad.
Caso Janet Parra: culpabilidad por asociación
A Parra se le retiró el respaldo senatorial no por un acto directo suyo, sino por la acción de una escolta, miembro de la Policía, quien solicitó información sobre fiscales que participaron en las vistas de evaluación. No se probó que la nominada hubiera ordenado o incentivado esta gestión. Aun así, Rivera
Schatz nuevamente empuñó el poder de veto sin permitir una defensa directa ni una vista pública adecuada. El juicio moral fue rápido, tajante y, para muchos, injusto.
La otra cara de la vara: la Oficina de Base de Fe
Paradójicamente, mientras Rivera Schatz se alza como árbitro ético, fue él quien creó una Oficina de Base de Fe dentro del Senado. Esta, en teoría, debía ser un canal de comunicación respetuoso y de alto nivel entre el poder legislativo y las comunidades religiosas. Sin embargo, el nombramiento de su directora ha causado un profundo malestar en amplios sectores de la iglesia evangélica y conservadora del país.
La persona designada ha sido señalada por mantener, durante años, una relación extramatrimonial con un pastor casado, resultando en la ruptura de su matrimonio y el daño a una familia con hijos. Esto no es un simple rumor: es un conocimiento extendido y documentado entre líderes religiosos que ven con escándalo la contradicción de tener a esta figura como la cara de la representación cristiana en el Senado.
¿Con qué autoridad ética se puede exigir transparencia y honestidad a profesionales como Ferraiuoli y Parra, si quien lidera una oficina espiritual del Estado ni siquiera cumple con los criterios básicos de integridad moral que deberían regir dicha función?
Este nombramiento no solo hiere la imagen de la oficina que pretende representar la fe y los valores, sino que expone el estilo de toma de decisiones del presidente del Senado: uno que ignora el testimonio, minimiza la moral pastoral y utiliza la religión como herramienta de legitimación política, no como estándar de verdad.
Una trayectoria de desafíos al liderato PNP
No es la primera vez que Rivera Schatz actúa con independencia calculada frente a su propio partido. Lo hizo con Pedro Rosselló, Ricardo Rosselló, Luis Fortuño, Wanda Vázquez, y ahora con Jenniffer González. Su patrón de confrontación, disfrazado de institucionalidad, en realidad delata un estilo de poder paralelo: una especie de co-gobernación no elegida por el pueblo, sino impuesta desde el aparato legislativo.
En lugar de apuntalar un gobierno coherente y funcional entre ramas del poder, ha contribuido a fragmentarlo. Y ahora, desde esa plataforma, pretende erigirse como fiscalizador moral de aquellos que, aun con errores humanos, han demostrado más transparencia que muchos de los protegidos por su círculo.
El peligro de los Brutos modernos
Thomas Rivera Schatz no es Bruto por oponerse, sino por desangrar lentamente al cuerpo institucional del partido al que dice servir, y por traicionar los valores que dice defender. La doble vara moral no solo erosiona la credibilidad del Senado; traiciona la confianza del pueblo, y especialmente de aquellos sectores conservadores que buscan coherencia, integridad y verdadero liderato.
Cuando el puñal viene de dentro, la herida es más profunda. Y en este caso, la política puertorriqueña sangra una vez más por el filo de la conveniencia.
No podemos llamar “error humano” a las acciones de personas que pretenden manejar asuntos de ley y orden en la dirección de un país. En ambos nombramientos hay unas incongruencias abismales.