“Un hombre inteligente no consigue nunca llegar a ser nada y que sólo el imbécil triunfa” Fiódor Dostoievski, Memorias del subsuelo
Pocas frases condensan tanta amargura, lucidez y advertencia como esta confesión de Dostoievski. No es un simple desahogo, sino un grito existencial, una queja amarga del alma moderna que observa cómo la mediocridad asciende mientras la integridad se margina. Aunque escrita en la Rusia del siglo XIX, resuena poderosamente en la sociedad contemporánea, particularmente en contextos como el de Puerto Rico, donde la política, la cultura y hasta el discurso cristiano se han visto contaminados por la superficialidad, la manipulación y la distorsión de ideales nobles.
Este análisis no es un mero ejercicio literario. Es una confrontación con nuestra realidad como personas, como sociedad, como creyentes y como ciudadanos que aspiran a un conservadurismo ético, no como expresión de odio ni de extremismo, sino como compromiso con el orden moral, la verdad, la libertad responsable y la virtud pública.
El individuo ante la mediocridad premiada
El personaje de Memorias del subsuelo se presenta como un hombre consciente de su fracaso. No logró ser ni malvado, ni guapo, ni perverso, ni héroe. Se retiró a su rincón, donde lamentablemente concluye que la inteligencia no sirve de nada en un mundo que celebra la tontería disfrazada de audacia. Esta idea, aunque exagerada por el tono confesional del texto, refleja una experiencia que muchos viven en carne propia: la del ciudadano frustrado, que ve cómo los menos preparados, los más ruidosos o los más cínicos son los que obtienen los aplausos, los votos y el poder.
Este fenómeno no ocurre solo en la política. Ocurre en empresas, en iglesias, en movimientos sociales. Vivimos en una cultura que glorifica la imagen sobre la esencia, la ocurrencia sobre la coherencia, y el populismo sobre el principio. El resultado: una generación de personas valiosas se relega al silencio o a la inacción, mientras el imbécil, el arrogante sin fundamento, el manipulador sin escrúpulos, se corona triunfador.
La moral cristiana frente al desaliento existencial
Desde una perspectiva cristiana, la desesperanza del texto de Dostoievski es comprensible, pero no justificable. El cristianismo no niega la injusticia del mundo, pero ofrece una esperanza más alta: que nuestro valor no depende de nuestra visibilidad, sino de nuestra fidelidad. Como dijo Jesús:
“¿De qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Marcos 8:36)
El Evangelio invierte los parámetros del mundo: el humilde será exaltado, el último será el primero, y el que se niegue a sí mismo hallará la vida. El problema del subsuelo es que ha aceptado los parámetros del mundo para juzgar su valor. Cree que no ser “nada” es no haber sido aplaudido. Pero la cruz nos recuerda que el mayor triunfo no fue celebrado, sino crucificado.
Además, en momentos donde el mal parece ganar, la fe bíblica no llama a retirarse, sino a perseverar. El Salmo 73 narra el escándalo del justo al ver prosperar a los impíos, pero concluye reconociendo que su destino final no será glorioso. La historia no se detiene en el éxito temporal del necio, sino en la victoria eterna del justo.
Puerto Rico: entre el subsuelo y el cinismo político
La realidad política de Puerto Rico encarna dolorosamente esta tensión. La isla ha sido gobernada, una y otra vez, por élites que muchas veces no representan ni la excelencia, ni la honestidad, ni el interés colectivo. Las estructuras partidistas premian el grito, el fanatismo, la lealtad tribal o la capacidad de movilizar a los que menos exigen.
El ciudadano pensante, el líder ético, el cristiano formado, queda muchas veces excluido, etiquetado de “complicado” o “elitista”, mientras se celebran candidatos sin profundidad, sin visión, sin carácter, pero con dominio del teatro político.
Esta situación genera cinismo, abstención, retirada. Muchos concluyen, como el hombre del subsuelo, que no vale la pena. Pero eso, precisamente, perpetúa el problema. Si los hombres y mujeres con valores se abstienen, la política será ocupada por los que no los tienen.
El conservadurismo ético frente a la caricatura extremista
En este clima, muchos han querido redefinir el conservadurismo como sinónimo de gritar más fuerte, atacar más al “otro”, o imponer una moral de Estado sin testimonio personal. Se habla de “derecha” sin principios, de “cristianismo” sin Cristo, y de “valores” sin verdad. Pero eso no es conservadurismo. Es oportunismo disfrazado.
El verdadero conservadurismo, como el que propuso Edmund Burke, no nace del miedo ni del odio, sino del amor al orden moral, a la libertad con responsabilidad y a la tradición que ennoblece. Burke no llamó al caos ni a la imposición violenta, sino a la defensa racional de los fundamentos de la civilización.
“La única cosa necesaria para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada” Edmund Burke
Conservar no es resistirse a todo cambio, sino proteger lo que tiene valor eterno frente a lo que es meramente pasajero. El conservador no se sienta a lamentarse, ni tampoco se convierte en incendiario. Actúa, propone, corrige, denuncia, construye.
Salir del rincón, con convicción
Si como ciudadanos, como cristianos, como conservadores éticos, aceptamos que el imbécil triunfa y no hacemos nada, entonces hemos dejado que el subsuelo se convierta en nuestra tumba. Pero si salimos de ese rincón, no para buscar el aplauso, sino para actuar con verdad, con integridad, con coherencia, entonces aún hay esperanza.
Puerto Rico no necesita más líderes populistas ni más fieles cínicos. Necesita hombres y mujeres con columna vertebral. No hace falta ser guapo, canalla o héroe. Hace falta ser firme. Hace falta ser libre.

Daniel Marte, PhD
Daniel Marte es un reconocido académico y profesional con una destacada trayectoria en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Obtuvo su doctorado (Ph.D.) en la prestigiosa Universidad de Georgetown en Washington, D.C., y cuenta con dos maestrías: una en Administración Pública (M.P.A.) y otra en Administración de Empresas (M.B.A.) de la misma institución. Además, posee una Maestría en Sistemas de Información (M.I.S.) y un Bachillerato en Administración (B.B.A.) de la Universidad de Maryland, College Park.
A lo largo de su carrera, Daniel ha enriquecido su formación académica con certificados ministeriales de instituciones reconocidas, como las Asambleas de Dios, Berean School of the Bible y Global University. Actualmente, se desempeña como profesor en línea en la McCourt School of Public Policy de Georgetown University y el Departamento de Política de NYU-Wilf Family, donde imparte cursos especializados en Ciencias Políticas, Política Internacional y Política en el Medio Oriente.
La pasión de Daniel por la enseñanza se complementa con su dedicación a la investigación y la escritura. Es autor de un libro basado en su tesis doctoral, utilizado como texto de referencia en destacadas universidades de los Estados Unidos, como la National Defense University, National War College, Army War College, American University y la Ford School of Public Policy de la Universidad de Michigan, Ann Arbor.
Con más de 35 años de experiencia combinada en las fuerzas armadas y el Departamento de Estado de los Estados Unidos, Daniel ha trabajado en seguridad nacional e inteligencia, además de servir como asesor para los comités de inteligencia y defensa del Congreso de los Estados Unidos, abarcando tanto la Cámara de Representantes como el Senado.
Elizabeth Marte
Elizabeth, esposa de Daniel, es una destacada profesional de la salud con una sólida carrera en enfermería. Obtuvo su Bachillerato en Ciencias de la Enfermería (BSN) en la Universidad Interamericana de Puerto Rico y ha acumulado una vasta experiencia como enfermera registrada (RN) en hospitales y centros de diálisis. Actualmente, se encuentra en el proceso de comenzar sus estudios doctorales en Psicología Clínica (PsyD.) en la Universidad Albizu.
Compromiso con la comunidad y la fe
Daniel y Elizabeth son miembros activos de la Iglesia Movimiento Avivamiento Mundial (M.A.M.) en el Barrio Guerrero de Isabela, Puerto Rico, donde colaboran bajo la guía del Pastor Gabito Rodríguez. Su participación en esta comunidad de fe refleja su dedicación a integrar la espiritualidad y el servicio en todas las facetas de sus vidas, fortaleciendo tanto su compromiso académico como su ministerio.