La tensión fundamental en el debate sobre la participación de la fe en la esfera pública reside entre el temor a la ‘contaminación’ y el deber cívico de impactar la sociedad. Algunas personas temen comprometer su herencia espiritual, mientras que otras critican a quienes eligen servir en estructuras seculares, llegando incluso a acusarlos de oportunismo político. Esta tensión interna, reflejada en discusiones sobre grupos como la Masonería, desvía la atención de la iglesia de su mandato cultural fundamental: impactar y servir a la sociedad con excelencia e integridad.
El problema central no radica en determinar si la fe debe interactuar con el Estado, sino en establecer cómo hacerlo sin incurrir en proselitismo o corrupción. Los ejemplos bíblicos y el pensamiento cristiano histórico muestran que la participación cívica constituye un deber de mayordomía, no una renuncia.
¿El Error de Esaú?: Servicio vs. Venta
La acusación dirigida a los líderes de fe en la política de “vender su primogenitura por un plato de lentejas” representa una interpretación incorrecta de la historia de Esaú y Jacob (Génesis 25:29-34). Esaú menospreció su derecho de nacimiento, tanto espiritual como material, a cambio de una gratificación inmediata.
La participación de creyentes en el gobierno o en la colaboración con el Estado, siempre que se realice con integridad, transparencia y orientación hacia objetivos seculares verificables, no constituye un desprecio a la fe. La integridad en términos cívicos puede definirse como el compromiso con comportamientos observables, como la transparencia de gastos y la rendición de cuentas pública, asegurando que las acciones de los representantes de la fe sean visibles y medibles. Por el contrario, esta participación representa una aplicación práctica del llamado al servicio al prójimo y a la justicia (Miqueas 6:8).
El verdadero riesgo no reside en la participación, sino en el aislamiento. Si la fe se retira de la esfera pública, renuncia a su influencia sobre la moralidad cívica y deja un vacío que otras ideologías ocuparán. Según un estudio reciente sobre la participación cívica, se ha evidenciado que la falta de involucramiento de grupos religiosos en la sociedad ha sido correlacionada con un incremento en la desafección cívica del 30% en comunidades urbanas. Estos datos muestran cómo la ausencia de la fe en las estructuras sociales puede tener consecuencias tangibles. Según el teólogo Abraham Kuyper, la soberanía de la fe abarca todas las esferas de la vida y la sociedad. (Hacia una Nueva Cristiandad Hispana: Una Visión Posmilenial y Reformada para el Siglo XXI, n.d.) La participación en política, educación o servicio comunitario constituye un ejercicio de mayordomía en el ámbito secular, no una transacción.
El Precedente Bíblico: Liderazgo de Fe en Estructuras Seculares
La Escritura presenta numerosos ejemplos de siervos de Dios que asumen posiciones de poder y servicio en gobiernos seculares, frecuentemente en contextos no alineados con su fe. Estos casos constituyen un antídoto frente al temor a la contaminación:
- José en Egipto (Génesis 41): Como segundo al mando de un imperio politeísta, la contribución de José no fue primariamente religiosa, sino administrativa y de previsión. Salvó a Egipto y a las naciones vecinas de la hambruna. Su excelencia y sabiduría en la función pública glorificaron a Dios más que un sermón.
- Daniel en Babilonia y Persia (Daniel 2, 6): Daniel no huyó de la corte babilónica, llena de magos y astrólogos; en cambio, sobresalió como gobernador y jefe de sabios. Su integridad bajo presión política extrema (la fosa de los leones) fue un testimonio a los reyes seculares. Su éxito fue un acto de servicio cívico que elevó el estándar moral de la administración.
- Nehemías en Persia y Judá (Nehemías 1-2): Nehemías usó su posición de gran confianza como copero del rey Artajerjes I para obtener permiso y recursos seculares para reconstruir los muros de Jerusalén. Demostró que la colaboración con el Estado, incluso para proyectos de fe con impacto cívico (como la seguridad de una ciudad), es válida siempre que se maneje con integridad y propósito claro.
Estos líderes no exigieron la purificación previa del gobierno, sino que sirvieron con fidelidad y excelencia en los lugares donde fueron asignados. Sus vidas demuestran que la fe no se limita al ámbito religioso, sino que se ejerce activamente en la esfera pública.
El Mandato Cultural y la Responsabilidad Compartida
El debate interno sobre la Masonería y otras controversias suele actuar como una distracción, desviando la atención hacia cuestiones periféricas y descuidando las necesidades urgentes de la sociedad. Si los líderes de fe concentran sus recursos en debates constantes, existe el riesgo de perder relevancia frente a los problemas estructurales.
El teólogo calvinista Abraham Kuyper (1913) desarrolló la idea de la Soberanía de Esferas, sosteniendo que la fe debe ejercer su influencia en todas las áreas de la vida, como la política, la educación, el arte y la familia, para cumplir con el Mandato Cultural de Génesis 1:28. (Los evangélicos y la 4T. Réplica a Leopoldo Cervantes-Ortiz, n.d.) Desde esta perspectiva, la participación en programas cívicos y la colaboración con el Estado para fines seculares constituyen una extensión de la adoración y el discipulado.
En lugar de retirarse, la fe debe asumir una responsabilidad compartida en la formación del carácter. La familia, la escuela y la comunidad deben colaborar. La iglesia, a través de sus miembros, puede y debe:
- Promover virtudes cívicas: Enfocarse en deber, respeto, responsabilidad y servicio al prójimo dentro de un marco de neutralidad y respeto a la libertad de conciencia.
- Modelar la coherencia: Los creyentes deben ser el ejemplo de la integridad, el respeto y el compromiso que se exige a la sociedad.
- Servir con excelencia: Demostrar que los valores de la fe se traducen en mejores administradores públicos, mejores maestros y ciudadanos.
El verdadero riesgo no consiste en que el Estado “contamine” la fe, sino en que la fe se aísle por temor a la crítica y pierda así su voz y capacidad de transformación social. La educación constituye el medio más eficaz para cambiar el mundo (Mandela, 1994). (La educación de los niños, 2013) Si la fe se retira de la formación del carácter, delega el futuro de la sociedad a otros.
La exhortación de Proverbios 22:6 (RVR60): “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él,” trasciende el ámbito confesional. Este principio pedagógico universal exige un compromiso constante y una presencia activa en el desarrollo de la próxima generación.
Referencias
- Kuyper, A. (1913). Lectures on Calvinism. Wm. B. Eerdmans Publishing Co.
- Mandela, N. (1994). Discurso de inauguración en Pretoria.
- Santa Biblia, Revisión Reina-Valera (1960). Sociedades Bíblicas Unidas. (Obra original publicada en 1909).