El surgimiento de Proyecto Dignidad en Puerto Rico se presenta como un caso didáctico y, a la vez, trágico, sobre la dificultad de trasplantar los principios filosóficos del conservadurismo en un ecosistema político dominado por el clientelismo y por pasiones ideológicas superficiales. Aunque Proyecto Dignidad se autoidentifica como la “única alternativa conservadora” en la isla, su trayectoria de los últimos años revela un patrón de fragilidad institucional y un déficit de praxis que impide su consolidación como un verdadero partido conservador.
El fracaso en despuntar no radica en la falta de valores, sino en la incapacidad de traducirlos, especialmente los que rigen el orden y la prudencia, en una fuerza política estable y coherente.
La reducción del conservadurismo a una plataforma moral monotemática
El conservadurismo filosófico es un sistema de creencias que valora el orden, la tradición, la propiedad privada con responsabilidad social, la prudencia fiscal y la desconfianza hacia los cambios rápidos impuestos por la razón abstracta. Proyecto Dignidad, sin embargo, ha encasillado su identidad política en el eje del conservadurismo social.
El principio desplazado. Para Proyecto Dignidad, la defensa de la “cultura de vida” y la oposición a la llamada “ideología de género” han dominado el discurso y la acción legislativa. Si bien esto coincide con el principio de defender la moralidad y las instituciones intermedias, como la familia, también ilustra un error frecuente en sectores de la derecha latinoamericana: el moralismo superficial.
La paradoja de la prioridad. Al enfocar de manera desproporcionada su energía en la guerra cultural, el partido relega a un segundo plano la solución de problemas estructurales que, desde una perspectiva conservadora clásica, resultan igualmente destructivos para el orden social, por ejemplo, la corrupción endémica que deslegitima a las instituciones, el clientelismo y la crisis fiscal y de infraestructura en áreas como la energía y la salud, que deterioran la estabilidad y la calidad de vida de la comunidad. El buen gobierno, esencial para el orden conservador, queda supeditado a la agenda cultural.
El derrumbe del orden y de la cohesión interna
El principio más sagrado para el conservador es el orden, entendido no solo como la ley, sino también como la estabilidad institucional y la prudencia en la conducción de los asuntos públicos. En este punto, la praxis de Proyecto Dignidad contrasta de manera significativa con la filosofía que profesa.
El conservador inestable. Un partido que se presenta como baluarte de la integridad no ha logrado evitar escándalos, renuncias abruptas, incluso de figuras de alta jerarquía, y disputas internas que han exigido procesos de reorganización frecuentes.
El fracaso del liderazgo. Estos incidentes, junto con diversas acusaciones de prácticas dudosas contra candidatos, debilitan la credibilidad de su plataforma anticorrupción. En lugar de proyectar la imagen de una institución sobria, cautelosa y ordenada, Proyecto Dignidad ha exhibido inestabilidad, pugnacidad y falta de cohesión estructural, rasgos que caracterizan a los partidos del statu quo puertorriqueño que afirma combatir.
La ausencia de una propuesta económica conservadora clara
Proyecto Dignidad ha adoptado un discurso económico de centro que apela al “empresarismo social y ambientalmente responsable” y a la salida ordenada de la bancarrota.
La confusión de conceptos. Esta ambigüedad refleja un dilema frecuente del conservadurismo en la región, la indefinición entre un conservadurismo liberal que privilegia el libre mercado y una economía social de mercado que combina la competencia con una red de seguridad y con responsabilidad social. La adopción de conceptos como la responsabilidad ambiental y social sugiere una crítica moderada al individualismo económico, pero esta postura aún no se ha traducido en una agenda económica clara y operativa que ofrezca una alternativa creíble a la dependencia federal y al estancamiento productivo local.
El pragmatismo del estatus. La postura neutral ante el estatus político, aunque útil para reunir a votantes de diversas orientaciones, confirma que la identidad del partido se define principalmente en términos morales y no en una visión integral de la gobernanza, incluida la relación política fundamental con Puerto Rico.
Conclusión
Proyecto Dignidad permanece estancado en la fase de movimiento de protesta moral, con un capital social que descansa en la indignación ante la corrupción y en la defensa religiosa, sin madurar en un partido político conservador de Estado. El conservador auténtico busca la estabilidad mediante la virtud y la prudencia. Cuando una fuerza que se presenta como voz de integridad no logra mantener el orden en su propia casa y desvía la mirada de problemas fundamentales, como la pobreza y la crisis fiscal, para concentrarse en una pureza moral de nicho, incurre en el error del moralismo superficial. El resultado es un espejo roto; la imagen de virtud proyectada en la plataforma contrasta con la fragilidad reflejada en la acción, lo cual impide que Proyecto Dignidad se consolide como el custodio genuino del orden y de la tradición que Puerto Rico requiere.
Referencias
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Burke, E. (1790). Reflections on the Revolution in France. London: J. Dodsley.
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Kirk, R. (1953). The Conservative Mind: From Burke to Eliot. Chicago: Henry Regnery.
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Scruton, R. (2017). Conservatism: An Invitation to the Great Tradition. New York: All Points Books.
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Rodríguez Veve, J., y Burgos Muñiz, C. (2021). Proyecto Dignidad: Declaración de Principios. San Juan, Puerto Rico.
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Wikipedia. (s. f.). Proyecto Dignidad. Recuperado de https://es.wikipedia.org/wiki/Proyecto_Dignidad


