Introducción
En los últimos días, ha surgido entre ciertos sectores religiosos y políticos en Puerto Rico la propuesta de fundar un nuevo partido denominado “Conservador-Legislativo”. Este proyecto, presentado como una alternativa “verdaderamente conservadora”, busca atraer a los desafiliados de Proyecto Dignidad (PD) y a los denominados “conservadores de verdad”. No obstante, desde la perspectiva de la ciencia política, esta iniciativa refleja principalmente una crisis de identidad, una reacción emocional ante el desengaño interno y una falta de comprensión estructural sobre el funcionamiento de los sistemas de partidos, más que un auténtico renacimiento ideológico. Este análisis argumenta que el surgimiento de este partido no resulta viable debido a la debilidad estructural y la falta de un fundamento ideológico renovado, factores que socavan su potencial éxito.
Fragmentación y descomposición de partidos pequeños
La formación de nuevos partidos como resultado de fracturas internas constituye un fenómeno recurrente en Puerto Rico. La historia política local evidencia una tendencia constante hacia la fragmentación cuando un partido pierde cohesión o credibilidad. Ejemplos recientes incluyen el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC), originado por exmiembros del PIP y PPD, y el Partido del Pueblo Trabajador (PPT), surgido de movimientos sindicales y de izquierda. Según el reporte electoral de la Comisión Estatal de Elecciones de Puerto Rico en 2016, el MVC logró captar un 2.6 % del voto y el PPT un 0.2 %, lo que demuestra sus dificultades para consolidar una base electoral sólida (Comisión Estatal de Elecciones de Puerto Rico, 2016). Esta tendencia no es exclusiva de la isla; en Italia, el partido político Forza Italia experimentó divisiones internas que dieron lugar a la creación de nuevos movimientos como el Nuevo Centro Derecha. Aunque lograron atraer a una fracción del electorado conservador, no mantuvieron una influencia significativa a largo plazo, reflejando un patrón de fragmentación observado en otros sistemas multipartidistas.
Sartori (2005) explica que los sistemas multipartidistas tienden a fragmentarse cuando los partidos pequeños se definen por diferencias morales o simbólicas en lugar de divergencias programáticas. En el caso de Puerto Rico, esto se manifiesta claramente en debates como el de la educación sexual en las escuelas públicas, donde las posturas morales y simbólicas predominan sobre las programáticas. Cuando un partido se centra en valores simbólicos, su capacidad de crecimiento se restringe a aquellos sectores que comparten dichos valores, lo que limita su expansión y lo condena a un nicho electoral reducido.
Proyecto Dignidad representó una reacción moral ante el desgaste del bipartidismo, pero su evolución demostró que el discurso moralista resulta insuficiente sin un andamiaje institucional sólido. Reiterar la fórmula bajo una nueva sigla “más pura” implica el mismo error estructural: reemplazar la estrategia por la emoción. La falta de alianzas comunitarias, la ausencia de una cultura interna de transparencia y la carencia de liderazgo formativo evidencian una debilidad organizativa que impide sostener un proyecto político duradero.
Desmoralización interna y pérdida de legitimidad
La desmoralización de Proyecto Dignidad responde a una combinación de factores: liderazgo personalista, disputas internas, incoherencias éticas y una instrumentalización del discurso cristiano con fines partidistas. Duverger (1954) advierte que los partidos nacidos de movimientos morales o religiosos suelen perder cohesión al enfrentarse a las dinámicas pragmáticas del poder. En tales contextos, las decisiones tienden a regirse más por lealtades personales que por principios doctrinales, erosionando así la legitimidad del movimiento.
Ante la falta de integridad institucional, el electorado conservador tiende a dispersarse o regresar a sus partidos tradicionales. Este éxodo silencioso crea el terreno propicio para la aparición de movimientos “refundadores” como el propuesto Conservador-Legislativo. Sin embargo, la desafección no garantiza realineamiento electoral; más bien, genera apatía. El entusiasmo que estos grupos proyectan en redes sociales raramente se traduce en votos, financiamiento o estructura organizativa.
Factores estructurales y viabilidad matemática
La ciencia política ofrece herramientas cuantitativas para evaluar la viabilidad de nuevos partidos. Sartori (2005) y Duverger (1954) destacan tres elementos indispensables: una masa crítica electoral, una estructura organizativa territorial y una diferenciación programática sustantiva. En el contexto de Puerto Rico, la masa crítica electoral es decisiva. Sin un apoyo inicial significativo, es improbable que una organización emergente logre competir de manera efectiva en la arena política.
En las elecciones de 2020, Proyecto Dignidad obtuvo alrededor de 85,000 votos, equivalentes a un 6.8 % del total (Comisión Estatal de Elecciones de Puerto Rico, 2020). Si ese caudal electoral se fragmentara entre el partido original y una facción disidente, la consecuencia sería una pérdida mutua. Aun si el nuevo movimiento atrajera un 20 % de los votantes de PD, su representación apenas alcanzaría un 1.3 % del electorado, cifra insuficiente para mantener la inscripción electoral. Cox (1997) plantea que las formaciones con menos del 3 % del voto nacional enfrentan una probabilidad casi nula de obtener representación o sobrevivir a un segundo ciclo electoral. En ese sentido, el supuesto partido Conservador-Legislativo nacería con una sentencia de extinción estructural.
El desgaste del discurso religioso en la política electoral
Otro elemento relevante en este análisis es el agotamiento del discurso religioso como motor de movilización política. Durante la última década, los sectores cristianos demostraron influencia en debates sobre moral sexual, educación y familia. Sin embargo, la reiteración de este discurso, sin traducirse en propuestas programáticas concretas en materia económica o social, ha producido una saturación cognitiva en el electorado. Rivera (2023) sostiene que el votante religioso en Puerto Rico ha pasado de una etapa de movilización reactiva a una de fatiga ideológica, en la que demanda competencia técnica y soluciones tangibles.
Este fenómeno se replica en otros contextos internacionales. En países como Brasil y Estados Unidos, el electorado religioso ha comenzado a exigir políticas más pragmáticas, desplazando el simbolismo moral por la eficacia política. Los nuevos movimientos que basan su identidad únicamente en consignas religiosas repiten los errores de sus predecesores, cayendo en un desgaste discursivo que limita su capacidad de expansión.
La ilusión del nuevo comienzo
La idea de fundar un partido “más puro” suele surgir del desencanto de las bases militantes que buscan rescatar una identidad perdida. Desde la teoría de los partidos, este fenómeno no constituye un renacimiento ideológico, sino una reacción psicológica colectiva. Lipset y Rokkan (1967) lo describen como la repetición de clivajes residuales: los conflictos internos no resueltos en el partido original se trasladan y reproducen en el nuevo movimiento. En consecuencia, lo que se presenta como una refundación es, en realidad, una continuación emocional del fracaso anterior.
El llamado partido Conservador-Legislativo encajaría en esa descripción. Más que una alternativa viable, representa la reiteración de una estrategia basada en el personalismo y la religiosidad militante, carente de visión estructural. Su discurso, aunque revestido de novedad, se apoya en las mismas dinámicas de división, improvisación y dependencia emocional que han caracterizado a los movimientos conservadores previos en la isla.
Conclusión
El escenario político puertorriqueño no ofrece condiciones favorables para un nuevo partido de nicho moralista. La fragmentación entre Proyecto Dignidad y sus disidentes reducirá el impacto del conservadurismo político local, generando una autoneutralización del movimiento. Como advirtió Burke (1790), “cuando la pasión sustituye al principio, la política deja de ser arte y se convierte en ruido”. La solución no radica en la creación de nuevas banderas ni en la repetición de consignas, sino en la formación, la coherencia y el pensamiento estratégico. Sin disciplina organizativa ni madurez doctrinal, cualquier intento de refundar el conservadurismo terminará como una nota al pie en la historia electoral del país.
Referencias
- Burke, E. (1790). Reflections on the Revolution in France. Dodsley.
- Comisión Estatal de Elecciones de Puerto Rico. (2016). Informe estadístico de las elecciones generales de 2016. https://www.ceepur.org/
- Comisión Estatal de Elecciones de Puerto Rico. (2020). Resultados de las elecciones generales de 2020. https://www.ceepur.org/
- Cox, G. W. (1997). Making votes count: Strategic coordination in the world’s electoral systems. Cambridge University Press.
- Duverger, M. (1954). Political parties: Their organization and activity in the modern state.
- Lipset, S. M., & Rokkan, S. (1967). Party systems and voter alignments: Cross-national perspectives. Free Press.
- Rivera, J. (2023). Religión y política en el Puerto Rico contemporáneo. Editorial UPR.
- Sartori, G. (2005). Parties and party systems: A framework for analysis. ECPR Press.