En tiempos en que muchos proclaman defender la verdad, resulta necesario discernir no solo las palabras, sino también los frutos. La causa provida y el discurso religioso han sido tomados por algunos como banderas de pureza, cuando en realidad se han convertido en herramientas de vanagloria y división. Este escrito no pretende atacar la fe, sino denunciar la hipocresía de quienes, en nombre de Dios, hieren al cuerpo de Cristo. Porque no todo el que cita la Biblia habla desde el Espíritu, ni todo el que grita “vida” defiende la vida.
Te invito a ver la entrevista completa antes de juzgar. Lo que el pastor Luis Roig expresa es claro, verificable y profundamente respetuoso de su fe y de su llamado ministerial.
Libertad religiosa. Explica que la libertad es un derecho para todos y que las iglesias deben ejercerla responsablemente para servir, educar y colaborar sin perder su identidad cristiana.
Protección de menores. Señala que el enfoque del Proyecto 297 es perseguir a los agresores y proteger a las menores. También explica que, según el reglamento de salud vigente, las clínicas deben seguir protocolos más estrictos para casos de menores, algo que ya ha provocado que varias clínicas de aborto en la isla dejen de atender a menores.
Masonería. Dice expresamente que, en su opinión, la masonería no es una religión y que, como pastor, no recomienda a sus ovejas vincularse a ella. Su asistencia a una actividad fue una gestión oficial, no un aval teológico. Dialogar para servir a la comunidad no equivale a aprobar doctrinas.
Atacar la honra de un pastor por fragmentos sacados de contexto no edifica ni informa. Si vamos a debatir, hagámoslo con rigor, con fuentes y con buena fe. La regla es sencilla: precisión en los datos, contexto completo y caridad cristiana. Lo demás es ruido que divide a la iglesia y facilita el trabajo de quienes viven de la polarización.
Lo que estamos viendo es alarmante. Se ha cruzado una línea peligrosa en la vida pública y religiosa del país. Se está atacando la reputación, el testimonio y la integridad de hombres y mujeres de fe, simplemente por pensar distinto, por dialogar con respeto o por servir desde sus funciones sin alinearse con una agenda partidista o eclesial.
Lo más triste es que muchos de esos ataques provienen de quienes se escudan detrás de la “palabra”, escrita así en minúscula porque han dejado de honrarla, y la utilizan como arma en lugar de como lámpara. Dicen defender la verdad, pero la tuercen. Dicen discernir, pero calumnian. Dicen amar la justicia, pero no conocen la misericordia.
Estos “hermanos” no están intentando corregir. No buscan restaurar ni edificar. Lo que hacen es crear discordia, dividir el cuerpo de Cristo y presentarse como los autoproclamados paladines de la causa provida, cuando en realidad han convertido esa causa en su plataforma personal. No defienden la vida; la manipulan. No proclaman el evangelio; lo usan para obtener atención y alimentar su ego espiritual.
Calumniar no es discernimiento, es pecado. Difamar desde un teclado no es celo por la verdad; es cobardía espiritual. Usar la Biblia para herir a un hermano es profanar el nombre que decimos honrar. Donde se siembra odio y chisme, Cristo no es el centro. La reputación de un siervo de Dios no es carne de cañón para guerras partidistas.
El daño moral y espiritual que se está causando es tan grave como lo que algunos dicen condenar. Hay quienes gritan contra el aborto, pero practican otro tipo de aborto: el espiritual. Matan el testimonio, destruyen la reputación y anulan el fruto de la obra del Espíritu en los demás. Y lo hacen con el mismo fervor con que condenan el pecado ajeno, sin ver el veneno del suyo propio.
La Escritura es clara y contundente sobre este tipo de pecado:
Éxodo 20:16
“No darás falso testimonio contra tu prójimo.”
Proverbios 6:16-19
“Seis cosas aborrece el Señor: los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos que derraman sangre inocente, el corazón que trama planes perversos, los pies que corren hacia el mal, el testigo falso que habla mentiras y el que siembra discordia entre hermanos.”
Proverbios 10:18
“El que encubre el odio tiene labios mentirosos y el que esparce calumnia es necio.”
Efesios 4:29
“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.”
Santiago 3:9-10
“Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.”
Mateo 12:36
“Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.”
1 Timoteo 5:19
“Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos.”
Mateo 18:15
“Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos. Si te oye, has ganado a tu hermano.”
El apóstol Pablo fue enfático cuando escribió que algunos “tienen apariencia de piedad, pero niegan la eficacia de ella” (2 Timoteo 3:5). Ese es el espíritu que se observa hoy: personas que aparentan celo santo, pero en realidad siembran división, sospecha y resentimiento entre los creyentes.
No se trata de defender hombres, sino de defender principios. Se trata de proteger la verdad del evangelio de la manipulación, la arrogancia y el sectarismo disfrazado de pureza doctrinal. Difamar a un hermano es herir el cuerpo de Cristo. Atacar su testimonio es atacar la obra del mismo Dios que lo llamó.
No se puede defender la vida en el vientre mientras se asesina la vida espiritual del prójimo. El cristiano maduro edifica, no destruye. Corrige, no condena. Y siempre recuerda que quien justifica y quien juzga es solo Dios.
“Los falsos profetas se disfrazan de defensores de la verdad, pero su veneno se reconoce en el fruto: donde ellos hablan, la unidad muere, y donde siembran, solo crece la cizaña.” – Daniel Marte, PhD.
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