En los últimos meses, algunos medios han cuestionado las deportaciones de inmigrantes ilegales que, según el gobierno estadounidense, están vinculados a pandillas. Informes como los del Washington Post señalan que en algunos casos las decisiones se basaron en tatuajes o ropa. Los críticos lo califican como racial profiling o “evidencia circunstancial”.
Como ex agente del Departamento de Estado, con años de servicio a nivel federal y en múltiples task forces, y con experiencia directa en América Latina y regiones de EuroAsia, puedo decir con claridad: los tatuajes y la vestimenta no son simples elecciones estéticas. Son señales. Son códigos. Y en el trabajo de seguridad, son herramientas fundamentales.
He trabajado en países donde mafias, cárteles y pandillas transnacionales usan la inmigración ilegal como táctica estratégica. No se trata solo de personas buscando una vida mejor. También se trata de infiltración. Lo he visto en Centroamérica, en los Balcanes y en zonas fronterizas: miembros de organizaciones criminales entran sin documentos, se mezclan con la población migrante y comienzan a establecer territorios, reclutar y ejecutar actividades ilícitas. No siempre tienen antecedentes criminales en EE. UU., pero sí traen consigo el crimen organizado.
En estos contextos, los tatuajes no son decoración. Un número “13” en tinta negra no es casualidad: puede hacer referencia a la pandilla MS-13. Una lágrima tatuada puede indicar un asesinato. Las iniciales “SUR” o “NORTE” tienen implicaciones concretas dentro del sistema carcelario y en las calles. En 2018, el Departamento de Justicia federal desmanteló una célula de la MS-13 en Nueva York. Varios miembros habían ingresado como menores no acompañados. ¿Cómo los identificaron inicialmente? Por los tatuajes, su lenguaje corporal y la vestimenta, según documentos judiciales.
¿Significa esto que todos los que tienen tatuajes son delincuentes? No. Pero en inteligencia y seguridad se trabaja con patrones. Un solo tatuaje no justifica nada. Pero un tatuaje, sumado a afiliaciones conocidas, visitas a zonas controladas por pandillas, historial de viajes sospechosos y lenguaje codificado, sí puede justificar una investigación, y en ciertos casos, una deportación.
Hay que evitar el “perfil racial” injustificado, claro. Pero también hay que ser honestos: ignorar signos por miedo a la controversia mediática es irresponsable. La seguridad nacional no puede quedar paralizada por la corrección política.
“La tinta no mata, pero a veces señala quién sí lo hará.” Daniel Marte, Ph.D.
Las pandillas no esperan a que tengamos “pruebas legales”. Reclutan a jóvenes sin papeles precisamente porque no tienen antecedentes. Si esperamos a que cometan un crimen aquí, ya es demasiado tarde.
Estados Unidos tiene el derecho, y la obligación, de proteger sus fronteras. Identificar vínculos con pandillas mediante símbolos, tatuajes y patrones de conducta no es discriminación; es prevención.
Como dijo el exfiscal general Jeff Sessions en 2017 al referirse a la MS-13:
“La pandilla más violenta y despiadada opera en nuestro país, y no podemos esperar a que maten para actuar.”
Yo no estoy a favor de la deportación indiscriminada. Estoy a favor de la acción inteligente y accionable. Y eso empieza por no subestimar la tinta.

Daniel Marte, PhD
Daniel Marte es un reconocido académico y profesional con una destacada trayectoria en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Obtuvo su doctorado (Ph.D.) en la prestigiosa Universidad de Georgetown en Washington, D.C., y cuenta con dos maestrías: una en Administración Pública (M.P.A.) y otra en Administración de Empresas (M.B.A.) de la misma institución. Además, posee una Maestría en Sistemas de Información (M.I.S.) y un Bachillerato en Administración (B.B.A.) de la Universidad de Maryland, College Park.
A lo largo de su carrera, Daniel ha enriquecido su formación académica con certificados ministeriales de instituciones reconocidas, como las Asambleas de Dios, Berean School of the Bible y Global University. Actualmente, se desempeña como profesor en línea en la McCourt School of Public Policy de Georgetown University y el Departamento de Política de NYU-Wilf Family, donde imparte cursos especializados en Ciencias Políticas, Política Internacional y Política en el Medio Oriente.
La pasión de Daniel por la enseñanza se complementa con su dedicación a la investigación y la escritura. Es autor de un libro basado en su tesis doctoral, utilizado como texto de referencia en destacadas universidades de los Estados Unidos, como la National Defense University, National War College, Army War College, American University y la Ford School of Public Policy de la Universidad de Michigan, Ann Arbor.
Con más de 35 años de experiencia combinada en las fuerzas armadas y el Departamento de Estado de los Estados Unidos, Daniel ha trabajado en seguridad nacional e inteligencia, además de servir como asesor para los comités de inteligencia y defensa del Congreso de los Estados Unidos, abarcando tanto la Cámara de Representantes como el Senado.
Elizabeth Marte
Elizabeth, esposa de Daniel, es una destacada profesional de la salud con una sólida carrera en enfermería. Obtuvo su Bachillerato en Ciencias de la Enfermería (BSN) en la Universidad Interamericana de Puerto Rico y ha acumulado una vasta experiencia como enfermera registrada (RN) en hospitales y centros de diálisis. Actualmente, se encuentra en el proceso de comenzar sus estudios doctorales en Psicología Clínica (PsyD.) en la Universidad Albizu.
Compromiso con la comunidad y la fe
Daniel y Elizabeth son miembros activos de la Iglesia Movimiento Avivamiento Mundial (M.A.M.) en el Barrio Guerrero de Isabela, Puerto Rico, donde colaboran bajo la guía del Pastor Gabito Rodríguez. Su participación en esta comunidad de fe refleja su dedicación a integrar la espiritualidad y el servicio en todas las facetas de sus vidas, fortaleciendo tanto su compromiso académico como su ministerio.