“…porque la Constitución no se diseñó para el privilegio, sino para la libertad. La pregunta es si nosotros, como iglesia, tendremos la madurez y la unidad para usar ese acceso con sabiduría y para gloria de Dios.” – Daniel Marte, PhD.
Durante décadas la iglesia evangélica en Puerto Rico fue adoctrinada en una contradicción: por un lado, se nos enseñaba que éramos “la sal de la tierra” y “la luz del mundo” (Mateo 5:13-14), pero por otro se nos prohibía “contaminarnos” participando de la política, porque eso era “del mundo” o incluso “del diablo”. Esa mentalidad de aislamiento dejó al pueblo de Dios sin voz en las estructuras que deciden leyes, reglamentos, permisos y políticas públicas.
Mientras la iglesia se conformaba con “orar” y esperar, otros grupos, organizados, influyentes y con agendas muy distintas a las nuestras, ocuparon posiciones de poder. El resultado fue que, por décadas, la iglesia fue marginada, ignorada o tratada como un estorbo para el “progreso social”.
El cambio de paradigma
La oración dio fruto. Dios levantó hombres y mujeres de fe, juristas, líderes comunitarios, profesionales y ciudadanos comunes, que entendieron que el llamado no era a esconderse, sino a incidir en la esfera pública con integridad. Ese movimiento de participación permitió la creación de oficinas de base de fe en municipios, en la Cámara de Representantes, en el Senado y en la propia Oficina de la Gobernadora.
Estas oficinas no controlan iglesias, ni legislan dogmas. Son simplemente puentes de comunicación, espacios donde la iglesia, en toda su diversidad denominacional, puede plantear necesidades, defender sus derechos y ser reconocida como un sector social legítimo.
La contradicción conservadora
Y aquí entra la paradoja: quienes hoy se oponen a estas oficinas no son solo los sectores secularistas de siempre, sino también líderes que se autoproclaman conservadores, particularmente en Proyecto Dignidad. Alegan que estas oficinas son mecanismos de favores políticos, que favorecen a unas iglesias sobre otras, o que abren la puerta para que grupos indeseables, satanistas o sectas, reclamen el mismo espacio.
La incoherencia es brutal. Después de años reclamando acceso y respeto, ahora atacan las estructuras que precisamente garantizan ese acceso y respeto. Es como criticar la llave que abre la puerta de tu casa, porque también podría abrir la de tu vecino.
El argumento del acceso universal
Uno de los miedos que levantan es que, al existir oficinas de base de fe, también puedan acudir satanistas u otros grupos con reputación “dudosa”. Lo que olvidan, o convenientemente ignoran, es que la Constitución no fue escrita para proteger solo a los cristianos, sino a TODOS.
La Constitución de Puerto Rico establece en su Carta de Derechos:
“No se establecerá ley alguna respecto al establecimiento de cualquier religión ni se prohibirá el libre ejercicio del culto religioso” (Const. PR, Art. II, Sec. 3).
Y la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos reitera:
“El Congreso no hará ley respecto al establecimiento de religión, o prohibiendo el libre ejercicio de la misma” (U.S. Const. amend. I).
Es decir, no existe el privilegio religioso. Existe la libertad religiosa. Esa libertad protege al cristiano, al judío, al musulmán, al ateo… y sí, incluso al satanista. Pretender que solo “mi grupo” tenga acceso es desconocer el mismo fundamento que nos protege de ser censurados por mayorías hostiles.
Precedentes legales claros
La jurisprudencia federal es contundente:
- Everson v. Board of Education (1947): el Estado no puede preferir una religión sobre otra.
- Torcaso v. Watkins (1961): la libertad religiosa incluye el derecho a no creer en Dios.
- Church of Lukumi Babalu Aye v. City of Hialeah (1993): la Corte Suprema protegió la práctica de una religión minoritaria (Santería) contra intentos municipales de prohibirla.
El mensaje es inequívoco: la libertad religiosa se prueba no en cómo tratamos a la mayoría, sino en cómo respetamos a las minorías. Hoy protegemos a otros, mañana esa misma protección nos protege a nosotros.
Fundamento bíblico
Aquí es donde algunos intentan torcer la Escritura para justificar exclusión. Pero la Biblia es clara:
- Jesús enseñó la parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30). Ambos crecerán juntos hasta el día del juicio. No nos corresponde arrancar la cizaña antes de tiempo.
- Pablo instruyó: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18). Ese “todos” incluye a quienes no creen como nosotros.
- Pedro añadió: “Honrad a todos, amad a los hermanos, temed a Dios, honrad al rey” (1 Pedro 2:17). El respeto no depende del credo.
El escándalo no debería ser que grupos contrarios pidan acceso, sino que nosotros, teniendo acceso, no hayamos sabido usarlo con sabiduría, integridad y unidad.
Voces reconocidas de fe
- Billy Graham lo dijo sin rodeos: “La iglesia debe ser la conciencia del Estado, no su maestra ni su esclava” (Graham, 1997).
- Dietrich Bonhoeffer, mártir bajo el nazismo, advirtió: “La iglesia solo sirve a Cristo cuando habla donde el mundo calla” (Bonhoeffer, 2007).
- Martin Luther King Jr. recordó: “La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en todas partes” (King, 1963).
Atacar las oficinas de base de fe desde dentro del conservadurismo no es celo santo: es infantilismo político. Es la actitud del que, si no puede controlar el juego, “se lleva la bola para que nadie juegue”.
Consecuencias prácticas
Si las oficinas de base de fe desaparecen, ¿quién gana? No es la iglesia. No es el conservadurismo. Quien gana es el secularismo más radical, que por años ha querido marginar la fe del espacio público. Quien pierde es la comunidad cristiana, que volvería a quedar aislada y sin representación en las decisiones que afectan su derecho de culto, su servicio comunitario y su función social.
En vez de destruir, debemos vigilar. En vez de desmantelar, debemos perfeccionar. Y en vez de dividir, debemos unirnos bajo un mismo sentir: que la iglesia sea reconocida como lo que es, una institución vital, libre y con voz.
¿Entonces?
Las oficinas de base de fe no son un capricho ni un privilegio, sino la materialización de un derecho constitucional y de un llamado bíblico a estar presentes como luz en medio de las tinieblas. Atacarlas desde dentro del campo conservador es pegarse un tiro en el pie: es debilitar la causa que decimos defender.
La verdadera pregunta no es si otros también tienen acceso. Claro que lo tienen, porque la Constitución no se diseñó para el privilegio, sino para la libertad. La pregunta es si nosotros, como iglesia, tendremos la madurez y la unidad para usar ese acceso con sabiduría y para gloria de Dios.
Referencias
- Bonhoeffer, D. (2007). Ethics. Fortress Press.
- Constitución de Puerto Rico, Art. II, Sec. 3.
- Everson v. Board of Education, 330 U.S. 1 (1947).
- Graham, B. (1997). Just as I Am: The Autobiography of Billy Graham. HarperCollins.
- King, M. L. Jr. (1963). Letter from Birmingham Jail.
- Torcaso v. Watkins, 367 U.S. 488 (1961).
- U.S. Constitution, amend. I.
- Church of Lukumi Babalu Aye v. City of Hialeah, 508 U.S. 520 (1993).