“La seguridad de la isla puede fortalecerse a través de la cooperación interagencial, la presencia federal ya establecida y la tecnología moderna…” – Daniel Marte, PhD.
Puerto Rico siempre ha tenido un valor estratégico innegable en el Caribe. Su ubicación geográfica lo convierte en un punto clave para la defensa hemisférica de Estados Unidos y para operaciones contra amenazas como el narcotráfico y el crimen organizado. Sin embargo, reconocer esa importancia no significa necesariamente apoyar la reapertura de bases militares permanentes en la isla. A continuación, expongo las razones por las cuales considero que ese camino no es ni viable ni conveniente:
- Experiencia previa
Puerto Rico ya albergó una fuerte presencia militar de Estados Unidos: Roosevelt Roads en Ceiba, la Base Aérea Ramey en Aguadilla, Sabana Seca en Toa Baja, además del uso de Vieques como campo de tiro y prácticas. Estas instalaciones jugaron un papel clave en la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y las primeras etapas de la lucha antidrogas.
- Vieques como símbolo
El caso de Vieques es el más recordado. Aunque no fueron solo las protestas, el clima político en Puerto Rico y en
Estados Unidos provocó la salida de la Marina. Reabrir bases permanentes corre el riesgo de reactivar conflictos sociales y políticos que dejaron profundas heridas en la población.
- Cierres paulatinos
No fue únicamente Vieques. Sabana Seca cerró, y la presencia en otros lugares fue minimizándose con los años. Esto demuestra que la reducción de instalaciones en la isla respondió a una decisión estratégica, no solo a presiones locales.
- Presencia federal actual
Hoy día, la isla no está descubierta. El U.S. Border Patrol, la U.S. Coast Guard, Homeland Security Investigations (HSI) y otras agencias mantienen operaciones constantes en aeropuertos, puertos y puntos neurálgicos. Ese despliegue ya cumple la función de primera línea frente al narcotráfico y las amenazas transnacionales.
- Reubicación de operaciones
Muchos de los proyectos que antes realizaban los Task Forces en Puerto Rico ahora se ejecutan desde Florida, Centroamérica y Sudamérica, siguiendo las rutas actuales del narcotráfico. El mapa operacional cambió y Puerto Rico dejó de ser el único eje.
- Avances tecnológicos
La defensa moderna ya no depende tanto de la cantidad de tropas en bases físicas. Los sistemas de radares, satélites e inteligencia en tiempo real han reducido la necesidad de mantener grandes contingentes en la isla.
- Capacidades aéreas
Aviones como los AWACS y sistemas de reconocimiento del NRO ofrecen vigilancia mucho más amplia y precisa. Estas capacidades móviles hacen innecesaria la reapertura de instalaciones permanentes.
- Costos económicos
Reabrir bases sería excesivamente oneroso para el presupuesto federal. Además, siempre quedaría la duda de cuánto tiempo permanecerían antes de que otra ola política obligara a cerrarlas, como ya pasó en el pasado.
- Competencia con otros estados
Cada base que se abra en Puerto Rico implicaría un traslado desde algún estado de la Unión. Eso generaría choques con gobernadores, congresistas y senadores que defienden sus bases como fuente de empleos e inversión. La política interna en EE.UU. no permitiría fácilmente ese movimiento.
- Incongruencia política e ideológica
El presidente Trump reinstauró recientemente el nombre Departamento de Guerra como título secundario al actual Departamento de Defensa. Aunque oficialmente solo el Congreso puede hacer el cambio definitivo, la medida envía un mensaje claro: una visión más ofensiva y expansiva de la política militar. Ante esto, quienes se definen como “conservadores” caen en contradicción si piden reabrir bases en Puerto Rico. No se puede defender el achicamiento del gobierno federal y, al mismo tiempo, exigir la expansión de la burocracia militar del Departamento de Guerra. Eso no es conservadurismo: es incoherencia política.
Resumiendo
Puerto Rico seguirá siendo un punto estratégico del Caribe. Pero la reapertura de bases militares no es la respuesta adecuada. La seguridad de la isla puede fortalecerse a través de la cooperación interagencial, la presencia federal ya establecida y la tecnología moderna, sin necesidad de repetir esquemas que ya demostraron sus límites. Apostar por nuevas bases es apostar por un modelo caro, conflictivo y contradictorio con los principios de un verdadero gobierno limitado.